Rafael Flores Domínguez
Rondeño con vocación de serrano
Que Ronda y su Serranía son iconos del paisaje y paisanaje andaluz, nadie lo duda; tampoco es incierto que la mejor manera de conocer un territorio y sus esencias es inmiscuyéndose a través de las sendas, trochas, veredas y caminos que lo surcan. Precisamente, lo que pretende este humilde artículo, es revalorizar nuestras vías de comunicación (las de la Serranía de Ronda) como elementos patrimoniales de primerísimo orden y lanzar un pequeño toque de atención para que su protección, conservación, estudio y divulgación asegure su perpetuación y puedan ser legados a las generaciones venideras como testigos vivos, no sólo de las historias y leyendas que han encumbrado a Ronda y la Serranía a la categoría de tierra mítica, también como vínculos con los extraordinarios ecosistemas de nuestro entorno, algunos exclusivos del planeta Tierra, caso de los famosos pinsapares de Ronda, Yunquera, Tolox, Parauta, Grazalema y Genalguacil, de las insólitas sierras bermejas con sus numerosos endemismos botánicos, de los peculiares bosques de laurisilva asociados a los canutos ubicados en los alcornocales de Cortes de la Frontera, de los riscales de Júzcar y Cartajima con sus caprichosas e inverosímiles formaciones kársticas y como no, del propio Tajo de Ronda, símbolo universal de la Ciudad Soñada de Rilke.
De la extraordinaria biodiversidad serrana ya daban cuenta hace unos 27.000 años los primeros pobladores cavernícolas, legándonos unas extraordinarias pinturas rupestres, caso de la cueva de la Pileta, donde se manifiestan escenas de caza en un entorno sublime, y la variedad faunística existente: ciervos, cabras, bisontes europeos, caballos, peces, serpientes, etc. El periodo Neolítico supuso toda una revolución social. Tras un largo proceso evolutivo se imponen los incipientes sistemas productivos: agricultura y ganadería. El hombre se hace sedentario y las distintas tribus se aglutinan en diferentes asentamientos distribuidos por toda la comarca rondeña.
Será justamente en este periodo y ante la necesidad de establecer vínculos sociales, económicos y sobre todo afectivos, cuando se perfilan los primeros caminos, trochas y veredas, que debemos considerar de ahora en adelante, como el mejor banco de datos de nuestro devenir histórico.
Entre los siglos XI y VI a.c., Tartessos, el primer Estado organizado como tal de Occidente, arraigado en el ámbito más próximo al tramo bajo del río Guadalquivir, extendía por el este su área de influencia hasta la actual Serranía de Ronda; pero serán griegos, fenicios y sobre todo romanos, conocedores de los enormes recursos agrícolas, ganaderos, forestales y mineros de nuestros macizos montañosos, quienes desarrollen una extensa red de caminos, articulados bajo el eje central de las famosas calzadas romanas; entre ellas, la que conectaba Malaca (Málaga) con Arunda (Ronda) y Acinipo. Pero a buen seguro, la más trascendental, tanto por ser el nexo vertebrador de la comarca, como por acaparar en su rededor la mayor concentración de hitos arqueológicos, históricos y culturales, es la Vía Carteia (Gibraltar), Lacipo, Arunda (Ronda), Acinipo, con dos ramales que aprovechaban los pasillos naturales de los ríos Guadiaro y Genal.
En el largo y fructífero periodo de al Ándalus (711-1492) se fundan la mayoría de los pueblos que integran la Serranía de Ronda. También al legado andalusí debemos el definitivo afianzamiento y expansión de las antiguas y nuevas redes de caminos.
Tras esta exigua introducción a los orígenes de nuestros viales de comunicación, damos un salto en el tiempo y nos centramos en el siglo XIX. Acabada la Guerra de la Independencia (1808-1814), en Andalucía, y sobremanera en la Serranía de Ronda, se acentúa un lamentable proceso de decadencia, ya arrastrado desde la pérdida de la plaza de Gibraltar en 1704. Irremisiblemente nos vemos abocados a la pobreza y a un buen número de conflictos sociales que dan pie a la proliferación del bandolerismo y a la aparición del contrabandismo auspiciado por la colonia inglesa.
Desde este momento, los atónitos viajeros románticos (así era llamado el colectivo de ciudadanos pertenecientes a las más floridas e importantes familias europeas, principalmente británicos y centroeuropeos), se aventuran durante unos años y como parte de un proceso formativo, a recorrer Europa en el llamado Grand Tour.
Asistimos pues, a una revolución en la manera de ocupar el ocio y el asueto, al preludio de una actividad vinculada al deseo de descubrir y conocer otros pueblos, otras culturas y otros paisajes; al nacimiento e instauración de una de las primeras industrias a nivel mundial: El Turismo, concurriendo la Serranía de Ronda en sus albores, como uno de los escenarios destacados.
Los viajeros románticos hallaron en nuestro país el marco ideal para vivir una experiencia única, ligada al último reducto indómito de una Europa abocada al raciocinio y a la Era Industrial. Por suerte o no, de aquella apasionante época restan ciertos tópicos muy distorsionados o sobredimensionados, de los cuales no me queda más remedio reconocer, juegan un papel evocador que cautiva a propios y extraños.
Una de las vías de penetración hacia la sugestiva Ciudad Soñada era el conocido Camino Inglés, tortuosa y peligrosa travesía entre Gibraltar y Ronda, con parada y fonda a medio camino en Gaucín. Durante años, un buen número de militares británicos afincados en Gibraltar, formados en diferentes conocimientos, sintieron una enorme curiosidad por conocer Ronda (la ciudad enriscada en lo alto de una enorme peña horadada por el río Guadalevín y habitada por exóticos personajes), o por descubrir lugares tan pintorescos como la cueva del Gato, Las Buitreras o el Valle del Genal. La mayoría, por no decir todos, mostraron gran fascinación por las ferias, las corridas de toros, el cante, el folclore y ciertas tradiciones como la celebración de la Semana Santa.
Entre los viajeros más trascendentes a la hora de plasmar en sus escritos la realidad social, política y cultural de Ronda y la Serranía, citamos a eruditos de la talla de Rochfort Scott, Washington Irving o Richard Ford; aunque otros (vistos por la población autóctona como “gente rara”) nos visitaban por el interés naturalístico de nuestras montañas, ejemplos: Abel Chapman o Moritz Willkomm, siendo el más emblemático el botánico suizo Boissier, descubridor del pinsapo como nueva especie.
También recorrieron los senderos más inhóspitos e inaccesibles con el fin de estudiar la flora, fauna y geología de la Serranía, renombrados investigadores como Láynez, Simón de Rojas (el primero en reconocer al pinsapo, aunque no pudo publicar sus estudios debido a las revueltas antiliberales de la época de Fernando VII), Ceballos, Bolaños, Ducamp, Barbey (nieto de Boissier), Haenseler, Prolongo, Laguna, Macpherson, Domingo de Orueta padre e hijo y así una larga lista hasta entroncar con un coetáneo nuestro: Julian de Zulueta, recientemente elegido Premio Nacional de Medio Ambiente.
Llegados a este punto, hay que agradecer al consistorio, el satisfacer la demanda de algunos colectivos rondeños, rotulando diversos paseos de la Alameda del Tajo con los nombres de varios de estos insignes científicos.
Pero si hay un colectivo crucial en la definición y uso de los caminos serranos, ese es el que engloba a los arrieros. Ronda, en el siglo XIX, es la indiscutible capital comercial y de servicios de una extensa comarca que abarca a municipios de las provincias de Málaga, Cádiz y Sevilla. Cientos de arrieros con sus reatas de mulas cargadas con los más dispares productos (maderas, piñas, corchas, aceite, leche, esparto, palmito, almendras, higos, castañas, peros, vinos, verduras, frutas, quesos, cal, pescados, aguardientes…) llegan diariamente a la ciudad para abastecer los mercados. Por doquier proliferan las posadas y tiendas de toda índole y en los caminos toman protagonismo las ventas y ventorros, convertidos en mentideros de los aconteceres diarios y en improvisados escenarios donde se fraguan y modelan algunos de los cantes más señeros de esa expresión artística tan sui generis de Andalucía: El Flamenco.
Se dice que algunas zonas de la Serranía, como el angosto Valle del Genal, no conocen la rueda aplicada a un vehículo hasta el siglo XIX, y no de extrañar, con unas comunicaciones tan precarias y deficientes enmarcadas en un medio geográfico accidentado, no es raro que el oficio de arriero mantuviera ocupado a un alto porcentaje de la población.
Muchos de estos serranos, sumidos en la más absoluta de las pobrezas y seducidos por las ganancias que proporciona el contrabando con Gibraltar (telas, azúcar, tabaco y café básicamente), se dedicarán profesionalmente a tal menester o lo harán esporádicamente cuando el hambre aprieta. El enorme perjuicio económico que supone este comercio ilegal para las arcas del Estado, provoca un aumento de los controles policiales, lo que agudiza el ingenio de los contrabandistas que no dudan en jugarse la piel atajando por las trochas más alejadas y peligrosas. Este y otros desordenes desencadenados por los asaltadores de caminos, conocidos como bandoleros, tendrán una rápida respuesta con la creación en 1844 del Cuerpo de la Guardia Civil, también conocida como Benemérita.
Y que contar de las diferentes ferias de Ronda: la Real Feria de Mayo, instaurada en tiempos de los Reyes Católicos, por eso tiene el privilegio de ser la más antigua de Andalucía; la de Septiembre, dedicada desde 1954 al torero rondeño Pedro Romero y la de San Francisco, en el mes de octubre, tradicionalmente ligada a las transacciones de ganados porcino y equino. Ciñéndonos al primer y largo periodo que se extiende desde sus fundaciones hasta mediados del siglo XX, hay que saber que las ferias rondeñas fueron foco de atracción para miles de ganaderos y tratantes venidos de los más apartados rincones de nuestra Comunidad y del resto de España. En aquellos tiempos las vías pecuarias de la Serranía: Veredas, Coladas, Cordeles, Cañadas Reales, Abrevaderos, Contaderos y Descansaderos eran transitadas por un hervidero de pastores y ganados trashumantes (cerdos, caballos, burros, cabras, ovejas, vacas…), en un ir y venir por los campos y tierras de la Andalucía profunda. Desgraciadamente, este modus vivendi y la cultura asociada al orbe pecuario, languidece y desdichadamente, acabará por fenecer.
Mientras tanto y a pesar del secular aislamiento de la Serranía, la Ciudad del Tajo no para de crecer y embellecerse con notables y significativos edificios, más propios de ciudades mayores. El comercio rondeño, gracias a los formidables recursos agrícolas, ganaderos y forestales de la comarca, vive tiempos de prosperidad y esa circunstancia favorece el establecimiento de una burguesía adinerada.
Debido a estas y otras circunstancias, Ronda, nuestra hermosa y reluciente ciudad, tradicionalmente ensimismada en sus banalidades, mantiene desde entonces una ancestral deuda de gratitud y reconocimiento con la Serranía. No podemos olvidar que gracias al esfuerzo y tesón de nuestros paisanos, la Ciudad Soñada mantiene en las gráficas comparativas una diferencia abismal a su favor; sólo hay que echar un vistazo a los índices demográficos, demoledoramente descompensados. Es hora de remediar tal anacronismo y de reconocer lo mucho que le debemos a nuestros paisanos. Imaginaos al entrar en Ronda por el barrio de San Francisco, vislumbrar en la rotonda situada frente a las murallas y el pilar, una escultura alegórica al arriero. Estaríamos reproduciendo una imagen mil veces vivida y recordando a todos los serranos, que Ronda tiene memoria histórica, que desea reconciliarse con la Serranía y que aspira a ganarse el cariño de todos los habitantes de los encantadores pueblos que nos rodean. No sería un mal comienzo.
Inmersos en pleno siglo XXI, podemos decir que ya nada es como antes. La implantación de las nuevas carreteras, la aparición de los vehículos a motor, la llegada del tren y la mejora generalizada en las comunicaciones, han provocado el desuso en un buen número de caminos históricos. Por desgracia, o no, ni Ronda, ni la Serranía quedaron contemplados en los principales trazados y circuitos viarios de España, fruto ya se sabe, de su aislamiento y de cierto abandono institucional. Por el contrario, si que puede presumir de una de las mejores redes de senderos de España y sin menoscabar a otras comarcas, de la red más completa de Andalucía.
La calidad natural y paisajística de Ronda y la Serranía es más que patente y queda refrendada con la presencia en su territorio de tres parques naturales (Los Alcornocales, Sierra de Grazalema y Sierra de las Nieves), dos parajes naturales (Los Reales de Sierra Bermeja y Sierra Crestellina), así como dos monumentos naturales (Pinsapo de las Escaleretas y Cañón de las Buitreras). Sumémosle igualmente el Valle del Genal, paradigma que aglutina lo más sobresaliente del conjunto de estos parajes. Entonces categóricamente aseveramos que ninguna otra comarca andaluza osará presumir de tal condición.
Para conocer los valores naturales y etnográficos de estos espacios protegidos, la Consejería de Medio Ambiente de la Junta de Andalucía pone a disposición de la ciudadanía los llamados Senderos de Uso Público (50 en total), perfectamente señalizados e interpretados en todos los itinerarios.
El territorio de la Serranía se encuentra a su vez vertebrado por los caminos balizados que unen las poblaciones más cercanas entre si y éstas con los parajes emblemáticos. Estos viales se llaman PR-A (Pequeños Recorridos-Andaluces, distintivo blanco y amarillo). En nuestra comarca suman 54 propuestas.
Las siglas SL-A, corresponden con los Senderos Locales-Andaluces (distintivo blanco y verde) y tienen por misión dar a conocer, en un corto trayecto, lugares de interés próximos a una población. Conforman 13 rutas repartidas de la siguiente manera: 7 en Ronda, 5 en Grazalema y 1 en Cortés de la Frontera.
Si hiciéramos una analogía entre senderos y carreteras, los PR-A corresponderían con las carreteras nacionales y autonómicas y los SL-A con las carreteras comarcales y locales.
Siguiendo con el símil: ¿Y las autopistas del senderismo, existen en la Serranía? Ya lo creo que si, y son nada más y nada menos que 3, una de ellas de carácter internacional. Los denominados Grandes Recorridos (GR, distintivo blanco y rojo y letra E cuando es internacional) interconectan diferentes comarcas, regiones incluso países. Ronda tiene el privilegio de ver nacer el GR-243 Sierra de las Nieves, que une en 8 jornadas los pueblos de la Sierra de las Nieves. El GR-7 E-4 Tarifa-Atenas, pasa por Ronda y discurre durante 9 días por tierras serranas. Las rutas señalizadas adscritas a la comarca administrativa son gestionadas por organismos como el Grupo de Desarrollo Rural de la Serranía de Ronda y la Empresa Municipal de Turismo de Ronda.
Las Puertas Verdes por su parte, pretenden vincular las urbes andaluzas de más de 50.000 habitantes, con entornos rurales y naturales donde prime la calidad medioambiental. En el caso que nos ocupa y aprovechando la red de vías pecuarias deslindadas, entre ellas el Cordel de los Pescadores, hace escasas fechas se inauguró la Puerta Verde Marbella-Ronda, con un recorrido de 42,6 km.
Este artículo finaliza con un sincero reconocimiento a todos esos colectivos y grupos humanos que han forjado durante siglos los caminos de la Serranía, que han modelado con su impronta un paisaje y paisanaje únicos en el mundo, que han marcado con sus acciones, buenas o malas, el devenir histórico de la comarca. A ellos: arrieros y contrabandistas; monfíes, bandoleros, maquis y guardias civiles; cosarias, matuteras y diteros; cazadores y guardas; pastores, caleros, corcheros, neveros y carboneros; viajeros en general y especialmente a los senderistas. A todos, entendiéndolos a cada uno en su contexto, muchas gracias.
La leyenda del camino continúa.... Ronda, Alma de Andalucía
2 comentarios:
He aprendido un montón. ¿Hay algún plano de los 50 senderos de PR?
Bonito viaje en el tiempo a través de la historia y los paisajes de Ronda y su serranía.
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