martes, 4 de septiembre de 2007

ANDALUCÍA Y EL RIF, TAN CERCANOS, TAN DESCONOCIDOS




Situada al norte del Marruecos y como un calco de la cordillera Penibética, se nos presenta la región de Rif, una fabulosa cordillera montañosa paralela a la costa mediterránea, de indudable belleza paisajística y con innegables lazos culturales hacia nuestra tierra: Andalucía.
Tan cercana como desconocida para la mayoría de los andaluces, la región del Rif abarca una extensión de unos 20.000 km2 distribuidos entre la ciudad de Tetuán al oeste, y el río Mulaya, en las cercanías de Nador, al este. Los pobladores de esta gran comarca norteña de Marruecos hunden sus ancestros en la etnia bereber, y como tal se organizan en multitud de tribus que se distribuyen en pequeñas poblaciones (aún se habla en algunas zonas el tarifit, antiguo idioma del Rif) asentadas en los más inhóspitos parajes serranos o en los fragosos valles que derraman sus ríos hacia el Mediterráneo: estos cortos y torrenciales; o al inmenso océano Atlántico, formando la amplia cuenca del río Querrha que viene a morir en las cercanías de la ciudad de Kenitra.
Tanto el paisaje geológico como el vegetal es muy similar, por no decir idéntico al de Andalucía. Esta es tierra de olivos, nogales y almendros, también de huertas y pinares, aunque en las montañas hallamos extensos encinares, quejigales, alcornocales y hasta pinsapares. Sus montañas blancas, de naturaleza caliza, nos recuerdan a nuestros principales macizos calcáreos, como los de la Serranía de Ronda o Sierra Almijara, por citar algunos. La máxima altura de la cadena montañosa del Rif es el monte Tidighine de 2.452 m de altitud, ubicada no muy lejos de la archiconocida ciudad de Ketama. La zona occidental es verde y fragosa, y al igual que en Andalucía, su zona oriental es seca y con un paisaje desértico atravesado por numerosas ramblas, que no son sino un símil de las famosas y conocidas de Granada y Almería, como la del río Andarax.
Quizás por la cercanía física y la escasa distancia, esos nexos sean más perceptibles en nuestra comarca: La Serranía, y es que desde los primeros tiempos de la humanidad ambas comunidades hemos compartido los distintos avatares históricos que poco a poco han ido modelado el carácter de sus pobladores: gentes del sur, de marcado carácter mediterráneo. Pero será durante los últimos siglos de nuestra historia cuando más se acentúen los vínculos sociales, culturales y afectivos entre las gentes y pueblos de ambas orillas; el legado andalusí está impreso en cada rincón y recodo de nuestros pueblos: blancos y de tejas morunas, de calles sinuosas, inundadas de sonidos acuosos y embriagadas de olores y fragancias orientales, en nuestras costumbres, perpetuadas en mil y un eventos como las fiestas de moros y cristianos que se celebran todavía en Benadalid, Benalauría y Benamahoma, o como el Día de las Mozas en Tolox y el festival de la Luna Mora en Guaro, etc. Nuestras recetas gastronómicas y la cultura culinaria tiene un inconfundible sello norteafricano, basándose en los productos naturales de la tierra, como verduras, hortalizas, almendras y el oro líquido: el aceite de oliva. La repostería andaluza y serrana está marcada por la sutileza y juego de sabores heredadas de Al Ándalus, así lo evocan nombres como alfajores, pestiños, cubiletes, hojaldres, etc. Nuestros valles, montes y ríos han quedado perpetuados toponímicamente por la herencia islámica de nuestros hermanos del sur y a estas trazas podríamos sumar un sinfín de rasgos y peculiaridades que nos recuerdan constantemente, que han sido muchos más los momentos de convivencia que de ignorancia.
Fruto de nuestra pasión por la región hermana del Rif, han sido las numerosas excursiones que algunos componentes de la Asociación Senderista Pasos Largos hemos realizado durante estos últimos años por sus rincones más bellos y recónditos.
Como punto de partida para conocer toda la zona, nada mejor que hacerlo desde Chefchaouen, centro neurálgico de estas serranías. Como muchos ya sabrán, desde hace algunos años, Ronda, está hermana oficialmente con la capital rifeña. Xauen, que así también se nombra, es una ciudad de unos 50.000 habitantes. Su blanco caserío, visto desde las afueras, bien podría confundirse con cualquier pueblo de nuestra Andalucía. Paseando por el interior de su medina, uno se retrotrae a tiempos medievales, viendo la cantidad de tiendecitas apiñadas a un lado y otro de la calle, llenas de colorido y artesanos ávidos de vender sus mercaderías. Sus callejuelas estrechas y laberínticas son ríos por donde discurren, sin lógica aparente, un enorme gentío formado principalmente por la ruidosa chiquillería. La arquitectura tradicional de Xauen y sus coquetos rincones, donde se palpa la tradición andalusí, hará las delicias de cualquier persona dispuesta a emborracharse de belleza.
Desde aquí podremos acercarnos a conocer los pinsapares del Parque Nacional de Talassemtane, para ello lo más apropiado es recurrir a guías locales que conocen perfectamente la zona. En más de una ocasión, al recorrer estas montañas, tendremos la extraña sensación de pisar un territorio que no nos es del todo desconocido, sino fuera por la presencia del mono de berbería, o por los campos cultivados de kifi, cualquiera podría decir que se encuentra en los pinsapares rondeños o en la Sierra de Libar. Y es que estas ásperas y quebradas sierras han sufrido un secular abandono por parte de las autoridades alauítas, valga como ejemplo el que hasta el año 2001 no llegara la electricidad a las aldeas más aisladas. Algunas de las escasas infraestructuras, sobre todo caminos y carreteras de las que pueden gozar sus habitantes, son obra de los españoles, construidas en la época que ejercieron el protectorado en el norte de Marruecos, entre los años 1912 y 1956. Muchos ancianos aún recuerdan o han oído por boca de sus padres, de la heroica defensa que realizó el pueblo rifeño contra los invasores. De entre los personajes más célebres destacó el cabecilla de la insurrección Abd el-Krim, quien infligió en el año 1921 una severa derrota al ejército español en la célebre batalla de Annual, creando una republica independiente del Rif en los territorios liberados. De nuevo constatamos las similitudes entre ambos pueblos, puesto que hay que recordar la revuelta de los mozárabes andaluces encabezados por Omar Ben Hafsun, que en el periodo que va entre los años 878 y 928 mantuvo una cruenta guerra contra el imperio omeya, utilizando las mismas estrategias y artimañas basadas en la guerra de guerrillas, auspiciadas por el amparo y refugio que ofrecen las agrestes montañas. Esta historia se repite de nuevo en las tierras andaluzas, principalmente en las Alpujarras, la Axarquía y la Serranía de Ronda, cuando los mudéjares se alzan en armas en las revueltas del año 1501, que tuvieron continuación con la sublevación de los moriscos en 1570, finalizando el conflicto con el decreto de expulsión de los moriscos por parte del rey Felipe II. En esos años se produce un masivo éxodo de andaluces a las tierras del norte de África, llevando consigo todo un acervo cultural que ha impregnado incuestionablemente el paisaje humano del Rif. Ahora, aunque por causas distintas, el flujo es al contrario.
Otro de los puntos clave para adentrarse en el Rif es la ciudad de Tetuán, la capital administrativa y comercial de la región. Con toda probabilidad, Tetuán es la ciudad más andaluza de Marruecos, y eso se percibe nada más aproximarse a su casco urbano, con callejas estrechas jalonadas de blancos edificios. Sin duda merece la pena visitar detenidamente su antigua medina, reconstruida por los andaluces exiliados de la Guerra de Granada, y poner a prueba todos nuestros sentidos, sobre todo si tenemos la dicha de oír el meloso “quejio andalu”, “acompasao” con el rasguear de los instrumentos de cuerda de la célebres orquestas andalusíes, herederas de la más genuina tradición musical de Al-Ándalus. Sin duda no habrá una experiencia más emotiva, evocadora, conciliadora y gratificante.
A pocos kilómetros de Tetuán hallamos la montaña del Yebel Musa, una de las columnas de Hércules entre las que se abrazan los mares Mediterráneo y Atlántico. Sin ser una cumbre de grandes vuelos, tan sólo posee 840 m de altitud, su ascensión contiene todos los alicientes que cualquier montañero pueda anhelar. Desde su cumbre se divisa la tierra hermana de Andalucía, despuntando lugares tan sonados como Sierra Bermeja, Sierra Crestellina, Macizo de Libar, Valles del Genal y Guadiaro, etc. Pronto nuestros espacios más singulares estarán unidos por una Gran Reserva Mundial de la Biosfera Transcontinental del Monte Mediterráneo. Embelesados desde su cima, una reflexión: Con tantos rasgos culturales comunes, tan cercanos en lo físico como en lo espiritual, ¿como puede existir tanta ignorancia y desconocimiento entre nuestros pueblos? Es hora de recuperar el tiempo, ha llegado el momento de la reconciliación. Pongamos manos a la obra.

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