Rafael Flores
Domínguez- Rondeño con vocación de serrano
A muchos de vosotros (“ustedes”,
expresaríamos en andaluz) os resultará intrascendente el que aquí se afirme con
rotundidad, firmeza y hasta con coraje, que una sociedad sin respeto, admiración
y defensa a ultranza del paisaje que le acoge está avocada, sin más remisión, a
la indolencia, a la mediocridad, a la decadencia y al ostracismo como entidad
vital. Pero vayamos por parte; a que llamamos “paisaje”. Según la RAE (Real
Academia Española): “es la extensión de terreno que se ve desde un sitio” y,
por lo tanto, del conjunto de elementos divisables en dicho plano. En base a
esa definición, los expertos nos hablan de cuatro tipos: paisajes naturales,
paisajes rurales, paisajes urbanos y paisajes culturales. No es nuestra
intención hacer una descripción de cada uno de ellos, ya que los propios
enunciados desvelan, más o menos, a que nos referimos. De manera genérica, en
este artículo de opinión personal, cada cita al paisaje lo hará en el más
amplio y estricto sentido generalista de su consideración.
Quejigos de montaña en el Parque Natural Sierra de las Nieves |
De todos es sabido que las
administraciones a nivel mundial, europeo, estatal y nacional (de Andalucía),
han mostrado un cierto interés en el concepto paisaje, ya sea ante el refrendo de convenios y compromisos o en la
elaboración de leyes reguladoras y proteccionistas. Por citar algunas, allá por
los años 90 del pasado siglo se firma en Florencia el Convenio Europeo del
Paisaje, un documento elaborado en el seno del Consejo de Europa cuyo propósito
es auspiciar políticas tendentes a proteger, planificar y gestionar los
paisajes europeos de cara a su conservación y mejora.
El Instituto del Patrimonio Cultural,
dependiente del Ministerio de Educación, Cultura y Deporte del Gobierno de
España, en su Plan Nacional define al Paisaje
Cultural como “el resultado de la interacción en el tiempo de las personas
y el medio natural, cuya expresión es un territorio percibido y valorado por sus
cualidades culturales, producto de un proceso y soporte de la identidad de una
comunidad". El
Estatuto de Autonomía de Andalucía, en su artículo 10.3 establece como objetivo
básico “la mejora de la calidad de vida de los andaluces y andaluzas mediante la
protección de la naturaleza y del medio ambiente, la adecuada gestión del agua
y la solidaridad interterritorial en su uso y distribución, junto con el
desarrollo de los equipamientos sociales, educativos, culturales y sanitarios,
así como la dotación de infraestructuras modernas”. A su vez, el artículo 28.2
del mismo texto “garantiza el derecho a vivir en un medio ambiente equilibrado,
sostenible y saludable mediante una adecuada protección de la diversidad
biológica y los procesos ecológicos, el patrimonio natural, el paisaje, el
agua, el aire y los recursos naturales”. El Estatuto
andaluz, en el artículo 195 sobre conservación de la
biodiversidad, también dice: “los poderes públicos orientarán sus políticas a
la protección del medio ambiente, la conservación de la biodiversidad, así como
de la riqueza y variedad paisajística de Andalucía, para el disfrute de todos
los andaluces y andaluzas, y su legado a las generaciones venideras”. Además, aprueba
leyes como la7/2010, de 14 de julio, de la Dehesa de Andalucía, y la 9/2010,
de 30 de julio, de Aguas de Andalucía.
Para que valdrá tanto legajo, dirán algunos, teniendo como precedente el
polémico caso del proyecto urbanístico Merinos Norte, donde en una de las
mejores dehesas de la Serranía de Ronda, incluida en la Reserva Mundial de la
Biosfera Sierra de las Nieves, se han cortado miles de encinas, abierto viales
y puesto en peligro los recursos hídricos de toda la zona de influencia.
Bosque de niebla en el Llano del Juncal (Parque Natural Los Alcornocales) |
Tampoco aporta mucha garantía para
la protección del paisaje el POTA (Plan de Ordenación del Territorio de Andalucía), que según
palabras transcritas de la web de la Consejería de Medio Ambiente: “es
un instrumento
de planificación y
ordenación integral que establece los elementos básicos para la organización y
estructura del territorio andaluz. Además, es el marco de referencia
territorial para los planes de ámbito subregional y para las actuaciones que influyan en
la ordenación del territorio, así como para la acción pública en general” y
entre cuyo objetivos leemos: “contribuir a un desarrollo territorial
sostenible, cohesionado y competitivo de Andalucía. En este sentido, el ejemplo más claro del compromiso del POTA con el
desarrollo sostenible es su apuesta por un modelo de ciudad compacta, funcional
y económicamente diversificada. Este modelo significa generar proximidad y una
movilidad asegurada por altos niveles de dotaciones de infraestructuras,
equipamientos y servicios de transportes públicos, vincular el crecimiento
urbanístico a la disponibilidad y suficiencia de los recursos hídricos y
energéticos, y adecuar el ritmo de este crecimiento a la efectiva implantación
de las dotaciones y equipamientos básicos, los sistemas generales de espacios
libres y el transporte público”. Bonitas palabras, elogiables apuestas, pero la
realidad y el compromiso no va más allá de meras intenciones.
En el Atlas de Andalucía,
elaborado en 2005 por la Consejería de Medio Ambiente, se expresa de manera
meridiana, a través de una zonificación del espacio geográfico, un mapa de
paisajes que contempla 32 demarcaciones y 422 tipos de unidades paisajísticas,
lo que viene a refrendar la notoriedad de Andalucía en el contexto europeo.
En el seno del paisaje andaluz, tanto
el patrimonio agrosilvopastoril, como las vías pecuarias y caminos municipales,
además de ser bienes públicos y depositarios del devenir histórico de nuestra
tierra, son, muy a menudo y para desgracia nuestra, ultrajados, vallados o cortados
ante la inacción de las administraciones y, lo peor de todo, ante el manifiesto
pasotismo de un amplio sector de la ciudadanía, que le preocupa más los
tatuajes de Messi, lo que ha comido la Pantoja en prisión o donde pasará las
vacaciones el sinvergüenza de Jordi Pujol. Fíjense ustedes y vean lo
sintomático que resulta comprobar que en el amplio listado de especuladores y
políticos corruptos, muchos sean considerados héroes y salvadores de la patria;
eso sí, forrándose a consta de todos y engrosando sus cuentas bancarias. De
nada sirve y, mucho menos les preocupa a estos granujas, los sometimientos a
juicios públicos de gran repercusión mediática si después, algunas
desvergonzadas televisiones, carentes de ética y moral, llegan a pagar cifras
millonarias para que nos cuenten su cuitas. Por supuesto, mucho más que ellos, uno siente
vergüenza ajena contemplando como el escarnio siempre es insuficiente y, como
tras un corto periodo en la cárcel, salen de rositas para seguir viviendo tan
panchos, mientras miles de andaluces sufren lo indecible para salir adelante o
son desahuciados como si no les asistiera el derecho a tener un “techo” digno
donde cobijarse. La imagen en televisión de los vitoreos y manifestaciones de
cariño a estos ladrones y míseros chorizos delatan el punto de degradación de
una parte de la sociedad, a la que parece importarles más esas cuestiones
banales, que enfatizar en el aprecio y puesta en valor de nuestras señas de
identidad: en este caso, el paisaje. Así nos va.
Flysh en la costa gaditana |
No podemos olvidar, por mucho que
nos pese, los años gloriosos del pelotazo, los tiempos de la vorágine
especulativa y destructiva del paisaje, sobre todo en las costas andaluzas,
cuando se cimentaba a base de tramas urbanísticas y de corruptela a nivel
institucional, la grave crisis económica que hoy padecemos y que los
ecologistas, esos seres raros, mal vestidos, encabronados en contra del
progreso y el desarrollo, ya atisbaron, y cuyo negro panorama, los ciudadanos
de a pie, ahora sufrimos. Llevaban más razón que un santo cuando predijeron la
situación de emergencia social que hoy soportamos. Desgraciadamente, en su
momento, nadie les echó cuenta, sobre todo la administración, más pendiente de
los pingues beneficios por aprovechamientos urbanísticos que en impedir la
destrucción del paisaje. Con cuanta fruición se espetaba por parte de los
listos de turno la frase: “esos son tres o cuatro chalaos que no tienen otra
cosa que hacer”. Esos tres o cuatro pueden tener la conciencia tranquila, circunstancia
que no podrán esgrimir cientos de especuladores acusados, imputados, pendientes
de juicio, en la cárcel o en paradero desconocido. Aprendamos la lección.
Aunque el panorama es ciertamente
opaco, ilusiona ver algunos rayitos de esperanza. La irrupción de nuevas
fuerzas políticas ha condicionado, en muchos casos, las políticas de los nuevos
gobiernos autonómicos y municipales, acostumbrados como es sabido al mangoneo y
a la interposición de los intereses partidistas por encima de los generales.
Igualmente, frente a los desmanes de los poderes financieros y políticos, los
ciudadanos de a pie cada vez se organizan mejor en colectivos que luchan por un
nuevo orden y allanan el camino hacia la restitución de la moralidad y la
solidaridad como principales ejes de la convivencia. Aún falta el salto
cuantitativo; el de una sociedad aún demasiado acomodada en la complacencia. En
tanto eso pasa, a la lucha por la defensa del paisaje andaluz se suman
colectivos como las sociedades patrimonialistas, antes ceñidas al ámbito urbano
y actualmente con sus reivindicaciones orientadas también a la conservación del
acervo natural, rural y cultural.
Realmente, resulta llamativa la
labor de ilustración que, a veces, sin saberlo, realizan los clubes senderistas
en pro de la preservación del paisaje. Gracias al uso de Internet, el gran
público tiene acceso directo a lo que más toca a la sensibilidad del ser
humano: la imagen. La propagación de los incuestionables valores estéticos de Andalucía
a través de las fotografías expuestas en blogs, páginas webs y en las
diferentes redes sociales tienen un impacto muy positivo en la percepción del
paisaje como un bien a proteger y como signo identitario del ciudadano con su
territorio. Cuantas veces, tras la publicación de una foto de tinte
paisajístico en Facebook, Twitter, Instagram, Google +… leemos comentarios de
asombro y admiración por descubrir un lugar paradisiaco de nuestro entorno más
cercano
Resultan tan abrumadoras las
peculiaridades del paisaje de Andalucía con respecto a otras nacionalidades y
regiones de Europa, que no se entiende la falta de apego de nuestros
conciudadanos a tan preciado bien. Más que preocupante es el caso de que muchos
andaluces valoren más y mejor otros territorios antes que el nuestro, lo que
demuestra un gran desconocimiento y cierto complejo de inferioridad del que aún
no nos hemos despojado y que impide que esta tierra prospere al nivel de las
más avanzadas. Al menos, como signo inequívoco de la importancia del paisaje
como seña de identidad, subsisten las innumerables crónicas de aquellos
viajeros románticos, centroeuropeos y americanos principalmente, que entre los
siglos XVIII y XIX hallaron en tierras andaluzas tema de cultivo para
satisfacer la avidez de lectura en la Europa preindustrial, con el paisaje y el
paisanaje andaluz como epicentro de las narraciones.
El paisaje, entendido como un
recurso imperecedero y variado, representa una gran oportunidad de futuro, un
revulsivo en que sustentar el despegue económico; podría ser la fórmula que
Andalucía necesita para despojarse de las cadenas que la atan a la pobreza, al
paro, al subdesarrollo y a la sumisión. No creo a los que malintencionadamente
aseveran que los andaluces carecemos de conciencia como pueblo. Por el
contrario, si creo que, por motivos que ahora no vienen al caso, ciertos
poderes se han encargado de dormitar adrede el interés de los andaluces ante
cualquier atisbo que desvele la razón de un país que, en palabras de Pedro
Ruiz-Berdejo Gutiérrez: “es una nación con sujeto, verbo y predicado”.
Las cumbres más altas de la Península se hallan en Andalucía (Parque Nacional de Sierra Nevada) |
El día que salvaguardemos nuestra
historia, que no es precisamente la que les cuentan a nuestros hijos en los
colegios; el día que posicionemos nuestra cultura, no la de “pitos y flautas”,
entre las prioridades del conocimiento; el
día que defendamos con uñas y dientes nuestros productos y manufacturas; el día
que dignifiquemos nuestra lengua, esa de la que se mofan ciertos políticos de
pacotilla y series televisivas… ese día, sin duda, Andalucía obtendrá el
respeto y recuperará el orgullo perdidos. El día que demostremos el mismo
ahínco y pongamos el mismo énfasis en todas esas cuestiones relacionadas
anteriormente, tal como lo hacemos en la celebración de romerías, ferias y
fiestas, ese día, no me cabe duda alguna, dejaremos de ser una Andalucía
subsidiada, dependiente, menospreciada y sin rumbo. No es un hecho aleatorio
que las Comunidades del Estado español más prosperas sean aquellas que
defienden sin ningún tipo de recelos sus paisajes, ya sean naturales, rurales,
urbanos o culturales… que las más desarrolladas sean aquellas que se muestran
más reivindicativas y defensoras de su patrimonio material e inmaterial.
Como apunte positivo, que de ello
también lo hay, resaltaré que gracias a
la dilatada historia de Andalucía, auténtico crisol de culturas desde los más
tempranos períodos de la humanidad, y a un paisaje singular sometido a distintos
parámetros geográficos y antrópicos, podemos desvelar que, con el paso de los
tiempos, se ha forjado un “paisaje humano” igualmente particular, digno de
pormenorizados estudios antropológicos que desvelarían entre otras
peculiaridades, el sentido universal de los andaluces y de lo andaluz, una
característica propia o un don, como quieran verlo, que deja entrever a un
pueblo sumamente solidario e integrador.
El paisaje: “extensión de terreno
que se ve desde un sitio”, más allá de esa mera acepción viene a vislumbrar las
huellas indelebles de nuestro pasado. Es la crónica del devenir de las
actividades humanas que nos definen como pueblo. Es la radiografía de la historia de nuestras
vidas. Esclarece preguntas transcendentales como: de dónde venimos y hacia
dónde vamos. Los hombres y mujeres del Sur somos el espejo de nuestro paisaje. Si profanamos o destruimos el paisaje, si lo agraviamos o explotamos de manera irracional,
se desvanecerán nuestras raíces en el pozo de los olvidos, desgarraremos los
lazos que nos unen a la tierra que nos dio vida y nos diluiremos como pueblo en
la vorágine global.
Cascada del Moro (Parque Natural Sierra Norte de Sevilla) |
¡Andalucía! La de la blanca y
verde, inspirada en colores que evocan el paisaje andaluz, ¿Cuándo vas a
despertar?